miércoles, 4 de noviembre de 2009

Maneras infalibles de perder el empleo


Cometa estos errores… y lo pondrán de patitas en la calle.

Aunque la mayoría de la gente no mete la pata hasta semejante grado, hay faltas mucho más comunes que suelen traer serias dificultades.


A continuación presentamos una lista de los ECE (“error contra el empleo”) más peligrosos según una encuesta realizada entre profesionales canadienses.


La lista no incluye actos delictivos (cuyas consecuencias son obvias), y tampoco acoso sexual ni discriminación racial, que no necesitan mayor explicación.


He aquí otras equivocaciones, más sutiles, que ponen en peligro el éxito profesional:


El que mete basura, sale.


Hacer mal uso de de la computadora en la oficina, por ejemplo, ver pornografía o frivolidades en Internet, puede costarle el empleo.


Tampoco utilice el correo para fines privados.


“Tenga presente que su empresa puede fiscalizar sus actos y quizá ya lo esté haciendo”.


Morder la mano del jefe.


Avergüence a su jefe a menudo y no tardarán en despedirlo.


Aquí refiere el caso de un mujer que intentó llamar la atención de su supervisor durante una junta gritando: “Aquí la Tierra, llamando al jefe”.


Un error similar es responder por correo electrónico con copia para todos sus colegas una petición del jefe de evaluar su trabajo con sinceridad.


Tampoco critique el desempeño de sus colegas delante de otros.


Incluso hablar mal de la compañía en un lugar público puede arruinarlo.


“Si tiene una mala opinión de su empresa, quizá no debería trabajar en ella”.


La rebeldía cuesta.


Si choca abiertamente contra las normas de su lugar de trabajo, todos se preguntarán qué hace usted allí.

De manera formal o informal, todas las empresas dictan cómo deben vestir los empleados, de qué pueden hablar y cómo deben tratar a clientes y compañeros.


Conozca bien las reglas de su compañía y acátelas.


“Las empresas contratan a las personas por sus aptitudes… y las despiden por arranques”.


Rechazar lo nuevo.


Cuando soplan vientos de cambio, aferrarse a los viejos hábitos de trabajo es ir contra la corriente.


Los cambios no siempre nos agradan, mas son inevitables.


Si los introduce un jefe nuevo, pueden asustarnos, pero cuando se aquietan las olas, muchos resultan benéficos.


De hecho, las dificultades que se tenían con el jefe anterior suelen desaparecer cuando en nuevo toma las riendas.


Qué, ¿estudiar yo?


Siéntase un sabelotodo que ya no tiene nada que aprender y quizá se gane un temporada sabática indefinida.

Por experto que sea, decir “Yo no tomo cursos, los doy” es un grave error.


Siempre se puede aprender algo nuevo.


Dormirse en sus laureles.


Tener una visión miope de las metas de la empresa y de su papel ellas podría dejarlo fuera del negocio.

Los empleados suelen cometer el error de sólo interesarse en su trabajo, pero hay que relacionarse con clientes y proveedores, y buscar oportunidades.


Si no, otros las aprovecharán.


Modestia aparte.


Quien no pregona sus logros acaba convenciendo a los jefes de que no los tiene.

Contra la creencia general, la autopromoción es saludable.


Quejarse de la carga de trabajo, en cambio, puede resultar contraproducente.


La clave es hacerse notar, compartir los créditos y formas parte del equipo que celebra las victorias.


Yo no fui.
Niéguese a reconocer sus errores y, como Bill Clinton, podría terminar divulgándolos ante un tribunal.


La gente se enfurece menos cuando admitimos que hemos cometido una falta y ofrecemos disculpas.


A los jefes les molesta que un empleado niegue algo con firmeza y más tarde se retracte.


No unirse al juego.


Si quiere irse a pique, evite los convivios se su empresa.


Lo considerarán, poco sociable y evitará que se reúna donde se encuentra el gran premio.


Sin embargo, una vez allí, no se ponga a buscar empleo; lo tildarán de oportunista.


Mejor intercambie noticias sobre liderazgo, mercados y la industria.


“Muchos piensan que las relaciones publicas no son más que chismorreo”


“Pero son un intercambio de información que beneficia a todos”.


Quedarse callado.


Si no entera a su jefe de sus planes, él no va a adivinarlos.


Lo mejor es tener un plan entre tres y cinco años.


Lo más importante es que su jefe sepa que usted tiene metas y que está decidido a alcanzarlas.
El conformismo podría ser su peor enemigo.


Averigüe qué puede hacer por su empresa y los que necesita de ella para cumplir sus objetivos.
Haga notar a su jefe cuando es mejor dar un paso en otra dirección.


No aprovechar la ocasión.


Si no amplia usted sus horizontes mientras su empresa se adapta al cambio, quizá se haga acreedor a un retiro prematuro y sin fiesta de despedida.

A veces la gente va por un camino sin recordar por qué lo eligió.


Un caso de una empleada cuenta que pensaba rechazar una transferencia a Australia porque quería terminar una maestría.


A la empleada se le recordó que se había puesto a cursar el posgrado para alcanzar sus metas profesionales, y una de ellas era irse a Australia.

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